
Si una tendencia debería acelerarse con la pandemia es la de la prevalencia del cuidado (y del autocuidado) del paciente: cuidar además de curar.
Y es que el análisis profundo de los sistemas de salud para su transformación y ajuste que está provocando la Covid se encuentra frontalmente con varias cuestiones que lo exigen: desde el envejecimiento progresivo de la población, pasando por la cronificación de las enfermedades, hasta la gestión de la capilaridad de la atención frente a la despoblación y la dispersión de las zonas rurales y la consecuente e imperiosa necesidad en la revisión de la Atención Primaria y sus servicios de urgencias.
Para ello, somos muchos los que, desde instituciones y organizaciones públicas y privadas venimos insistiendo y trabajando en pro del desarrollo profesional de los clínicos, dotándoles de competencias transversales (CT), tales como la bioética, la comunicación en la relación médico-paciente-familia, la gestión de la salud pública y la comunidad, el trabajo en equipo, etc.
Sin embargo, aceptando que dicho desarrollo en CT es imprescindible (y en él queda aún un largo camino por recorrer), más allá de las tradicionales competencias clínicas de los profesionales (sobre los que siempre parece recaer el peso de todo cambio y toda mejora), parece claro también que son precisos nuevos diseños organizativos que permitan, no solo ampliar el alcance y el impacto del ejercicio médico, sino asegurar además esa necesidad constante de mejora de la calidad y de la seguridad de la atención, de la experiencia y, sobre todo, del cuidado.
Y ello pasa, sin duda, por poner foco también en nuevas áreas transversales de atención al paciente (para múltiples y variados tipos de patologías) a desarrollar en centros médicos, en lo que consideramos que se trata de la revolución pendiente del cuidado de la salud.
La primera de dichas áreas debería tener que ver con la nutrición. El saber popular dice que somos lo que comemos. Pero es que son múltiples las investigaciones con evidencia médica que demuestran que las estrategias que combinan modificaciones dietéticas y nutricionales con la terapia dirigida pueden mejorar las respuestas a los tratamientos de un gran número de patologías (desde diferentes tipos de cáncer, pasando por enfermedades cardiovasculares, etc.). Por ello creemos urgente trabajar en el desarrollo de áreas transversales de nutrición capaces de integrarse de forma personalizada para cada paciente en su ciclo de atención integral.
La segunda unidad o área debería tener que ver con la actividad física o deportiva. En efecto, algo similar a lo que ocurre con la nutrición, ocurre también con la actividad física o el deporte. Y no sólo a nivel de cuidado y prevención, sino como parte crucial de la recuperación. Por supuesto, no sólo para pacientes traumatológicos. Es conocido el caso de un grupo de pacientes de cáncer de mama del Hospital del Mar de Barcelona que reclamaron al equipo médico mayor concreción y especificidad en la definición del tipo de actividad recuperatoria que debían realizar. Según contaban las pacientes, “se nos decía que teníamos que hacer deporte para mejorar, pero en ningún gimnasio sabían exactamente qué tipo de actividad concreta (ni con qué intensidad y regularidad) debíamos realizar”. El resultado fue un trabajo del Hospital del Mar con varios gimnasios y centros de fisioterapia de la zona para crear pautas de actividad física específica para este tipo de pacientes, con un alto nivel de personalización, según el alcance de su intervención y fase de recuperación. ¿Intuyen cuántos pacientes que sufren una cardiopatía, hipertensión, diabetes, asma o artritis reumatoide no tienen claro cuál podría ser la mejor actividad física que podrían realizar, cuándo, de qué manera y por qué, en base a su expediente médico completo? Exacto. La respuesta debe estar cerca del cero.
La tercera unidad debería ser un área relacionada con la medicina del sueño. Un artículo reciente del Journal of Sleep Medicine (Obstructive sleep apnea in women de Samia Ayub y Christine H.J. Won de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale) pone de manifiesto algo conocido: que las apneas del sueño aumentan el riesgo de infarto, de hipertensión, de ictus, de resistencia a la insulina, etc. El artículo, además, incide especialmente en que una importante cantidad de personas, especialmente mujeres, podrían estar siendo subdiagnosticadas y que además los efectos de las apneas en ellas podrían ser incluso peores que en los hombres. Y es que, al parecer, ellas reportan síntomas distintos a ellos. De nuevo, una cuestión transversal para múltiples patologías con potencial de mejora de gran calado para los pacientes.
Y, en cuarto lugar, pero no por ello menos importante (sino seguramente mucho más incluso), es preciso empezar a hablar de áreas de medicina del estrés y de gestión de la actitud.
Tal y como ya hemos abundado ya en artículos anteriores, se estima que más del 80% de las consultas de Atención Primaria (en España y en todo el mundo desarrollado) tienen que ver con las Top 10 enfermedades crónicas (HTA, DM, depresión, etc.), en cuya génesis, pero sobre todo en su evolución, existe un importante componente psicosomático.
Somos lo que comemos, el ejercicio que hacemos y lo que dormimos, pero, sobre todo, lo que pensamos y cómo lo pensamos. Y nadie nos enseña a eso en la vida.
Así que como dice Otto Scharmer (profesor titular de la Sloan School of Management del MIT y autor de la “Teoría U” y de “Liderar desde el futuro emergente”), “el mundo actual está por cruzar un umbral de posibilidades y cambios y, por mi experiencia de trabajo en organizaciones de todo tipo, si quieres cambiar algo, necesitas transformar la conciencia, es la única manera”.
Se trata, por tanto, de educar, de crear conciencia, de formar, de cambiar actitudes. No de psicoterapia. No basta con tener un pequeño equipo de atención psicológica para ciertos pacientes y patologías. Se trata de la revolución pendiente en el cuidado de la salud, de la auténtica healthcare.
Y para ello, los centros médicos deberán ser capaces de diseñar y crear nuevas estructuras, nuevas organizaciones y nuevos procesos transversales que se integren con la tradicional estructura profundamente verticalizada (por especialidades) de la práctica clínica habitual.
En SimBiosis sabemos cómo ayudarles a llevar a cabo este tipo de proyectos de cambio y transformación. ¿Quiere que le acompañemos?
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